Soy de los que andar por andar, dejando que los caminos lo lleven de su mano.
Como a perfumadas flores recojo los paisajes, que mis ojos contemplan con asombro.
Un arroyo al costado del camino, donde un sauce lo acaricia con sus alas de árbol.
Una pradera de trigáles danzando al compás de misteriosos acordes, que vaya a saber,
de donde los roba el viento.
Una cordillera irrespetuosa, que no se quita su blanca boina, cuando a mi paso la saludo.
Las vides impúdicas con sus senos desnudos hechos racimos, incitando mis lujuriosos labios.
Un desierto de sal, que se extiende, hasta el horizonte, desafiante.
Una piedra de colores, que cabe en el bolsillo de las monedas y el recuerdo de ella.