Abrí los ojos. Dale, animate. No te voy a mentir, duele. Arde la mirada. Falta el aire. Se te retuerce el estómago y el ruido es tan ensordecedor por dentro, que, como acto reflejo, y por mero instinto de supervivencia, vas a tender a cerrarlos. Pero intentalo al menos. Guiñá un ojo y mirá con el otro. Achinate y escondete tras tus pestañas. Llevate las manos a la cara y espiá entre los dedos (como cuando ves una película de terror). Observá de lejos y en silencio, con el corazón y el alma. Y decime (o decite), susurralo si es que las palabras hieren demasiado, si es \"alegría\" lo que ves en esta sociedad...