Hoy una mañana cualquiera me doy cuenta de lo mucho que te anhelaba, lo mucho que esperaba este manto de frescura que me echas encima, cobijando con gran entusiasmo mis cansados y acalorados pasos, apaciguas el fuego que se transformaba en frustración al ver cada vez más lejos tu arribo.
Hoy una mañana cualquiera me brindas paz al cubrir con un cálido manto esos oscuros desiertos en los cuales yacen infinidades de cuerpos, mientras sus almas en pena vagan en la ciudad.
Hoy una mañana cualquiera me oculto debajo del rocío de tus lágrimas, tratando de descifrar si son de alegría o infelicidad.
Hoy una mañana cualquiera busco en ti el aliento que carece en mí cuerpo ausente, tratando de no desvanecerme frente a ti, evitando a toda costa veas la debilidad que se posa sobre mí, tirándome a un costado de esta dura realidad.
Hoy una mañana cualquiera mi alma ve a la lejanía como se desprende de mi cuerpo todo rastro de vida, observa como el capullo que la resguardo durante años se vuelve nada.
Hoy una mañana cualquiera lanzo versos al viento, esperando que alguno de ellos consiga un cometido que brinde serenidad o simplemente una razón que aclare alguna guerra mental.
Hoy una mañana cualquiera busco paz, ahogando gritos en poesía, seduciendo al mal humor con melodía e instando a la infelicidad para que se decida a marchar, abandonando con pronta prisa este lugar.
Hoy una mañana cualquiera mi mente se encuentra descifrando como me siento ya, luego de mil batallas, algunas perdidas, otras ganadas, sin embargo el largo camino huellas aún guarda, mis sentimientos revueltos no consiguen lugar para ordenarse y brindarme al fin serenidad.