Mi amor descansa suave en la arena. Un pugnaz ejército de algas marinas salen al encuentro de tu simpar belleza. Las olas descansan en tus acantilados, fluye el mágico azul plasmándose sobre el quijotesco horizonte de color granate; avieso sonreír de las nubes que coquetean con tu mirada. En la infinidad del majestuoso arcoirís descansa este amor que solo conoce tu nombre. Te quise con la lluvia como delicado encaje que llenó tu corpiño de esmeraldas, amor sin mácula con la serenidad de saberse tan eterno como ese mar que pintó el creador para mostrarte a ti hasta la posteridad. Que se suelten las amarras del destino hasta seducirse en sus oquedades. Quiero recorren tu mundo de cuerpo perfecto, que tu rostro sea el faro que guía la embarcación de mi destino. La blanca arena me arrulla con la hermosa sensación de ofrendarte mi corazón. Oh, blanco horizonte de espuma blanca, collado mágico tráemela nuevamente a mi vida; con su vestido negro desafiando el sutil atributo de tus encantos. Se disfraza la tarde con tu luz. El pincel de Dios hizo maravillas contigo. Una obra de arte que está en el museo de los ojos, el mundo de las miradas infinitas; me haces disfrutar del espectáculo de observarte desde mi corazón. Lo que siento por ti es una pasión que enciende mis venas, amor que no sabe de rendiciones postreras, siempre encuentra esa luz que desparrama tu alma hasta volverme tu luna escarlata. Eterno encuentro de dos almas que se buscan en el viaje que nos conduce por parajes de furtivos besos, horizontes de caricias que se amontonan en los predios de los helechos, maravillas de un mundo incomparable... Alexander Cambero -