Esa noche sentía un cosquilleo
bastante agradable en la nuca
cuando comenzaba a pensarte,
a recordarte. Mis manos
por su cuenta acariciaban
aquellos lugares que las tuyas
llegaron a acariciar,
mi piel se erizaba, se estremecía
y suspiraba al sentir tu recuerdo,
cuando tu cuerpo sobre mí,
mis brazos circundaban tu cintura,
el calor de tu aliento
cada que te acercabas a besarme,
cada que jadeabas al penetrarte.
Sentir tu humedad con mis dedos
reavivaban esas sensaciones
que él solo verte me producía,
te toqué lentamente y liberé
entre tus piernas los demonios
que de tu escondida pasión provenían,
un infierno intenso ardía entre tus piernas,
aguardando el momento de dinamitarse
encima de todo mi cuerpo; a ojos cerrados
mordías tus labios, perdías el aliento,
y yo me masturbaba imaginando
cuando lo tenía dentro de tí,
con ese ritmo que te seduce,
siendo dulce y, otras veces,
embistiéndote con gran ímpetu,
siempre mirando atentamente
como se dibuja en tu rostro el deseo,
sintiendo como estabas de excitada,
empapada por mí, creando esa noche
un nuevo orgasmo sintiéndome,
y esta noche no quiero que sea así,
debo buscarte, debo escucharte,
quiero hacerte sentir lo mucho
que necesito tenerte aquí,
con tus ojos centrados en los míos,
siendo mis manos, mis roces y
mi miembro sean quienes
provoquen tus gemidos.