En una caricia que muere antes de ser entregada,
muere también con ella un sueño, una ilusión.
Debía esperarme a que amaneciera por completo el día
para darme cuenta de cuán bello es;
pero la belleza intensa del primer rayo del Sol
al instante de abrir los ojos me deslumbró,
haciendo que no me percatara del Lucero que realmente es mío
estaba tan, pero tan cerca del corazón.
No se por qué el tiempo se empeña en hacerme llegar tarde
al lugar que desde tiempos ancestrales está destinado para mí;
o tal vez soy yo la que se ha atrasado en el camino
deslumbrada por el rocío, distraída con otra ilusión.
Pero la vida sigue, así como el río que jamás se detiene,
volviendo la vivencia en recuerdo que nunca se olvidará;
como el viento que por doquier va y viene,
sin darse cuenta que su ráfaga daña las hojas del rosal marchito,
desprendiendo las pocas flores que quedan en él.