Que pena nos produce querernos en secreto
de todos escondiendo, la gloria de adorarnos,
sintiendo la nostalgia de no poder amarnos
con la grande fortuna de un idilio completo.
Nos miramos a veces y los dos sonreímos,
y nos mira la gente, nos saludan sonrientes,
y nos creen amigos, que se estiman fervientes,
mas ninguno sospecha del amor que sentimos.
Si te encuentro en la calle, te saludo de lejos,
y quisiera acercarme con mi sed de abrazarte,
mas aguanto el deseo de llegar a besarte,
y me queda el anhelo de tus labios bermejos.
A veces que te miro que sales de la misa
me quedo preguntando: Vendrá de comulgar?
mas yo se, que tu sabes, que no es pecado amar,
que amor es don bendito, que el cielo lo eterniza.
Solo los dos sabemos que nuestro amor existe,
que dentro lo llevamos, profundo y vehemente,
que gritarlo queremos, y que sepa la gente
que toda tu ternura completa me la diste.
Que fue la cruel desgracia casada conocerte,
que dogmas primitivos, te impiden a decir,
que nuestros corazones viviendo han de seguir
la pasión mas gigante que supera la muerte.
Seguiremos entonces, en silencio y fingiendo
mintiendo a todo mundo para vivir feliz,
en cada tarde libre, tendremos el desliz
que colma nuestras ansias, como huracán hirviendo.
Hablarán de nosotros, mas lo nuestro ignorando,
encontrarnos podemos en alguna reunión,
con miradas esquivas hablará el corazón,
mas este amor prohibido, debe seguir flotando!
Autor: Aníbal Rodríguez.