de un abrigo gris y lágrima.
Piedras de antaño que regurgitan
fieros cónsules urgentes
Calmar entonces la galaxia con fuego
y un retrúecano impertinente que cabalga
sucinto hacia donde no viene.
Tránsfuga, el victorioso hallazgo
se reinvierte en docenas de puñales
Cúantos cómos aún quedan,
y por qués tan insensatos
que se revuelven en sí mismos.
racanean tres o mil palabras:
Ser, escorbuto, añil.
Elevadas quedan, pues,
las ancas que viajaron al poniente