Las gordas y grises nubes cubrían el cielo y besaban suavemente las frondosas montañas tropicales que encontraban a su paso, era inevitable escapar de ellas pues rodeaban todo el panorama. Los poderosos truenos que se oían retumbar a lo lejos, era la clara señal de que una fuerte tormenta se acercaba, sus intenciones eran obvias, no venían solamente a calmar la sed de la madre tierra, sino también a desahogar su dolor y tristezas.
Hoy el cielo agonizante quería quebrarse a pedazos y enseñar sus profundas heridas una vez más. Hoy el cielo llora mientras nos enseña el verdadero significado del sufrimiento. El cielo se oscurece a medida de que las nubes se reunían, el ambiente se volvía pesado y el calor se aminoraba, era sin duda el preludio de un sentimiento intenso.
La tormenta había llegado, los furiosos relámpagos azotaban cruelmente la tierra mientras enseñan su efímero destellar en este oscuro mundo. Las gotas de agua caían como agujas, era evidente el odio que sentía el cielo hacia todo lo vivo y animado. Las atemorizadas criaturas del bosque buscaban refugio para escapar de la violenta nostalgia del celeste.
Hoy no oigo a los pájaros cantar, en su lugar solo puedo oír desgarradores gritos de dolor. Hoy las hojas han perdido su color y el ambiente se ha vuelto pesado, aun puedo percibir la melancolía estremeciendo mis huesos y rasgando cruelmente mi piel.
El día de hoy no tendré la suerte de apreciar las sonrisas pintadas en los rostros inocentes, ni los cálidos rayos de sol acariciándome los hombros, porque hoy era el día perfecto para entender en carne propia la agonía de un planeta enfermo.