Caía el sol y yo lo observaba por mi ventana, el sonido del viento al pasar por los árboles me estremecía.
Las aves tenían una particular forma de cantar, parecía que fueran un coro de una iglesia Grecorromana por su sincronía al cantar.
Al observar mi guitarra, a mi cabeza llego una idea que me cautivo desde un principio podría mi guitarra convertirse en parte de esa perfecta armonía que me brindaba esa tarde la naturaleza.
Al tomar mi guitarra emití un sol muy suave luego un do pero no encontraba ese sonido que pudiera compenetrarse con esa hermosa melodía de allí afuera, pensé no se necesita una guitarra para hacer música y fue así como pase todo ese atardecer escuchando y contemplando lo perfecta que es la naturaleza con esos hermosos sonidos que a mis oídos degustaban.