Ven hacia mi espejo,
fiera de luz caída sobre mi cuerpo.
Ven, persigue mi andar
de sombra tuya.
Espera a que se transparente la luna
ahogada en la inquietud curvada de la noche.
La alfombra se desliza
como una caricia de interminable celo.
Ven a mi espejo clandestino
persiguiendo esta hilera
de lunas de mi cuerpo,
besando las cálidas opacidades
que se esconden detrás de mi espalda.
Y después la noche
ya es un motín de estrellas
atrás de cada beso…
Cuántas furias indescifrables traes:
Jauría de ti…
Jauría de mí…
Siente el vientre de mi aliento que te acecha:
ladrón de mis gemidos,
miente como la noche
los gozos clausurados
de la sombra.
¿Dónde te ocultas,
torrente de prohibiciones,
espía de mi noche tras la noche?
¡Ah, jadeo de todos los alientos!
Galopas y galopas
por los linderos musicales
de mi cuerpo…
Soy tu víctima inagotable
entre tu ansia y el amanecer.
Luego abres la ventana de tu alma
y escapas hacia ti
como un ladrón de madrugadas.
Y después regresas, todo nimbado de ternura,
animal vencido por mi cuerpo
que cae dormido sobre mi almohada.