Translúcida,
con los pechos desnudos
en sincronía con el tiempo
y una luciérnaga en mi dedo
adentrándose en el templo
de tus piernas,
¡Oh ambrosía pagana
y deleite eterno!
Híspidos trazos de placer
que convergen en tu ombligo
y mecen con ternura
la sinuosidad de tu cuerpo,
como un perfecto andamio
para el mural prohibido
de tus senos.
Vertiente de néctar
que crean olas con tus labios,
doblegando esta voluntad de amar
y de tenerte como mía para siempre,
si aun por ello sufra el terrible sino
de morir temprano,
pero el divino premio
de en cada muerte
soñar contigo.