EL PUERTO DEL ADIOS
Una tarde de un día desdichado
partiste por el Puerto del Adiós.
Ibas en viejo y lóbrego navío
con la carga de muchos desconsuelos.
En cubierta tus brazos se extendían
agitando el pañuelo que te di,
hacías la señal de despedida
y una pena tus ojos me dejaban.
Yo en tierra como niño desolado
enjugaba una lágrima furtiva,
herido por tu súbita partida
y sabiendo que siempre te amaría.
Pausadamente el navío avanzaba
perdiéndose de vista en lontananza
y pensé que el pañuelo de tus manos
vuelto gaviota volaba hacia mí.
El recuerdo me deja en el ayer
y mano invisible me lleva a ti
sé que estas lejos, ausente en mi vida
pero en mi alma agotada ¡estás ahí!
Hay noches que camino por la playa
y la luna permite ver mis huellas.
El viento eleva quejas y en el cielo
tu nombre lo registran las estrellas.
En la brisa marina confundidos,
pensares y sueños son para ti.
Unos te hacen sentir cerca de mí,
otros saben la brecha entre los dos.
A veces en el Puerto del Adiós
junto mi boca a la orilla del mar
y en loco delirio creo, por sorbos,
lo total de agua, poderlo ingerir.
Y así ya en la tierra seca y vacía
la nave a fuerza tendrá que encallar.
Corriendo busco, y vienes hacia mi
y con besos juras…! no quererte ir!.