Poesía no encuentro para tu fina elegancia
ni retórica que alabe, tu gracia de infantina,
tu perfume ejerce sobre la azucena supremacía
y tu efigie clara, intensa, más que la hora matutina.
En tu cabellera blonda relucen rizos de oro
que juegan con tus ojos claroscuros ambarinos,
y en tus rosados labios, como las rosadas rosas
¡oh dios, tu voz lenta y suave, como cantos divinos!
Y frente a tus retratos pareciese que mirara
las novias salomónicas ¡vírgenes y hermosas!
tienes los sonrojos penetrantes de la aurora
y en tu tez brilla, el tono puro de las puras rosas.
En tus manos deja que mi corazón renazca
¡oh Princesa! como aquellas flores blancas abrileñas,
y que en tu esencia llena de fragancia nazca
mi poesía, esta que te escribo ¡con la sangre de mis venas!