Sabes al pan recién horneado,
ese que tiene la memoria del trigo,
y de la tierra que levantó las espigas.
En tu cuerpo los granos amarillos del Sol,
tatuaron los caminos del agua,
que bajan de tu frente a tus pies,
y van perfumando las naranjas
con su color dorado.
Sabes como los sueños y hueles como el amor;
de tus labios cae el tiempo,
mientras tu pelo se anuda a las palomas.
Te confundes con las siluetas
blancas de las azucenas,
mientras de tu pecho mana,
como en la fuente de la vida,
trozos azules de la vía láctea.
Vas de la mesa a los tejados,
besando con tus pies pequeños
el dibujo de los amaneceres;
amasando el día entre tu mirada y tu sonrisa.
Mis manos se encienden con su voz de hambre,
y la sed de mis ojos te mira contenida,
me entregas todo el zumo de tu cuerpo;
te doy todas las sales de mi vida.