Has encontrado cómo olvidarme
y es motivo de agraciarte;
pues no te queda otra cosa
que acrecentar la virtud
de mi desdicha.
Tienes un instante para alejarte;
he de reconocer
que te inspira hacerlo.
En esa, tu franca decisión
está mi condena al crepúsculo.
Cuentas con un adiós inequívoco
¡no retrocederás!
mi vista seguirá tus pasos
ésos
que taladran mi ilusión.
Has transgredido mi arrojo
y te vas.
La mirada humedecida al sepulcro
dictamina amarte entre fantasmas.
Ya el viento llevó la huella en tu perfume
y tus cálidos labios se tornaron fríos
como el último beso
que entre líneas fue de muertos.
Vete, te afano,
pues contigo va mi alegría,
esa que pierdo a cada instante
cuando absorto
tomo este lívido trago de existencia
¿Qué más muerte
que tu frívola diafanía?
¿Qué más triste
que tu frenética alegría?
Lejos tu y yo
no somos.
Lápidas resumen
los complacidos mitos
que se vivían.
¡El desprecio no es otra cosa
que tu amor por ti,
que es de mí
la añoranza!.
Y mi esperanza no es otra cosa:
la falta de carisma
por desvanecer el amor.