¿Quién podría anticiparse ante la muerte?
Que entre sus manos se lleva la vida
¿Quién tendría valor para ser fuerte?
Y así soportar el dolor de su partida.
I
Era de noche, una tan oscura y tenebrosa
y en el vacío de mi mente escabrosa,
Mi cuerpo se deshace de su credo,
Para hundirse en la mendiga tristeza,
Que evoca su magnifica belleza;
Navegando en el mar de su recuerdo.
Escuchando en silencio el susurro de la brisa,
Sobre murmullos se escucha su risa;
En los escalofríos me quedo inerte
Sintiendo el soplo de su presencia
Tocarme el cabello con inocencia
Sujeto a las tinieblas de su muerte.
Mis ojos se abren dudosos, buscando los suyos
Y a cambio de eso veo perder mi orgullo
Al pensar que sólo fue mi locura;
Mi corazón se había ilusionado
Cual muchacho loco y enamorado
Creyendo que dejaba su sepultura.
Preso del pánico, creí que soñaba contigo
Y así me levanto a ver si consigo
El mirar de sus ojos taciturnos
Volar sobre la niebla y la soledad
Como fantasma triste en la oscuridad
Que despierta mis deseos nocturnos.
Salgo del cuarto y en medio del miedo deambulo,
Camino en el aire y al viento formulo
El latir de las letras de su nombre,
Mientras mi alma marchita te ansía
Mi cuerpo aferrado a ti te porfía
Y en su ausencia me sentí poco hombre.
La muerte es aquella limitada muralla
Una tan alta, y a mi hace falta agallas
Para así atreverme a desafiarla…
Al entender que no me respondías
Me siento al piano a ver si aparecías,
Pues ya estaba cansado de buscarla.
Devastado, abro la tapa del instrumento
Para resignar al triste lamento…
Retirando de este piano lejano
La música sensible que padece
y de pronto entre la niebla aparece,
el espectro de su lánguida mano.
Juntos tocamos una sinfonía macabra
Sin escucharle ninguna palabra.
Mi mano impaciente toca sus dedos
No son iguales ahora son fríos
Cadavéricos secos y baldíos,
El cual hurga el fondo de mis miedos.
Muertos en el placer de la música sonora,
Mi espíritu preso al tuyo te añora
Y dejando atrás el temor que tienta,
Poso mi vista para ver su hermosura
Y en la niebla volaba la blancura
De su rostro una terrible osamenta.
Todavía en mis pensamientos la recuerdo bella
Cual rostro de una hermosa doncella,
Que se encuentra tocando a mi lado,
Con un níveo vestido de gala
Te levantas caminando por la sala,
Mientras yo permanezco sentado.
Entre la lujuria quiero tocar en secreto
El dulce armazón de su esqueleto,
Para tomarla corro a sus brazos
Pero en un santiamén desaparece
Con este deseo que me apetece
Dejando la dolencia del rechazo.
Estoy derrotado, mi vida no vale nada.
¡Lo encontré! Es mi vida desdichada
Que cada vez me separa de tu amor.
Es ella la culpable
Que me ha vuelto miserable
Y me causa tanto dolor.
Me divorcio de la vida y me uniré a la muerte,
Es la única manera para verte
Para estar juntos en la eternidad
¿Qué se sentirá morir?
No sé, tal vez como dormir.
Es hora de hacerlo realidad.
Corro a la cocina, en busca de un cuchillo
En el salón se escuchan los grillos.
Lo veo brillar tal cual una estrella,
Miro mi arma es tan hermosa
Tan suave como una rosa.
¡En mis manos dejaré su huella!
Llegó la hora de decir adiós a mi existencia,
Así como un cautivo en su sentencia,
Que ha arrancado su esperanza.
Ya he perdido la razón
Y con mi muerte en expiación
El suicidio pagará la fianza.
Mi espíritu tiembla al cortar las venas
Quizás por el dolor de la condena
Que me he ganado por quererte,
Y de mis manos corre aquella sangre
Roja de vida, que libera los males
Para estar juntos después de la muerte.
Y tan sólo me quedó el silencio
Creyendo que serías mí remedio
En el espacio oí tu extraña risa
Que ya no era melódica
Sino una diabólica
No eras tú, la muerte llegó deprisa.
Agonizando, te vi pasar nuevamente
Y te acercaste a mí lentamente
He hiciste que jamás despierte
Y mi tomaste en tus brazos
Como un niño en su regazo
Ya estamos juntos ¡vencí a la muerte!
¿Quién podría anticiparse ante la muerte?
Que entre sus manos se lleva la vida
¿Quién tendría valor para ser fuerte?
Y así soportar el dolor de su partida.
(Jaybert Jurlian Escalona)