Anoche me desperté casi llorando,
pues al no tenerla a ella conmigo,
me sentí vulnerable lo confieso
y también desprotegido,
al no tener su suave roce,
ni tampoco su ligero peso
y ni el consuelo de su abrigo.
Y al calarme tanto su ausencia
me levanté entonces tan de prisa
que por poco me despellejo
sorteando de la noche el velo;
cual seria mi gran sorpresa!
allí estaba la ingrata cobija...
tirada en el suelo.