Sol que te me vienes encima
casi roja y anaranjada,
vives no escuchando quejas;
tus oídos son sordos para los que poblamos la tierra,
y tu mirada no hace desaires.
¡Ah, sol crepitante, no sudas agua!
no hay quien te apacigüe
o te monte un sombrero que tu rostro tape.
Pero augusto sol, algo esconde tu existencia
¿Serás para los impíos, ese lago de fuego que arde?