Caminando bajo la lluvia
y yo, para colmo, desabrigado.
Con un paraguas viejo, como yo.
Destartalado, como físicamente.
Con pensamientos locos.
Con una realidad, que no sé por cuánto tiempo
he de poder seguir soportando.
Me lo merezco. Debo reconocerlo.
Siempre he sido un ser cruel.
Siempre he envidiado al que tenía,
mientras yo me moría de hambre...
Moría... tiempo pasado...
Tendría que hablar en presente.
Vago por la lluvia muerto de hambre,
porque hoy, no me he animado,
por vergüenza, pedir un nuevo
mendrugo de pan, siquiera.
El destino me castiga...
y tengo que aceptarlo.
Pongo a mi cerebro recordar el pasado,
y... sí, siempre he sido
un mal ser. He delinquido, he robado,
he injuriado, insultado, he tomado
alcohol hasta quedar tirado
en las mugrientas calles de mi barrio.
Me he comportado como una basura.
La vida y el destino me han cambiado.
Antes era un ser lleno de sentimientos.
Hoy, ya nada siento, ni nada me importa de nadie.
Vivo, como vivo,
y aseguro que es preferible estar muerto.
Mi vida no es vida.
Ella es pobreza, hambre, mugre, rencor...
y hastío. Tanto, que por momentos
quisiera tener la valentía
de volar los sesos...
para que los coman los perros...
hambrientos como yo.
Observo pasar los vehículos.
A través de los cristales,
bajo la lluvia, veo rostros felices,
sonrientes... No me produce envidia.
Si son felices, es porque han
de ser buena gente.
Mientras yo, soy un delincuente
que merece la muerte.
Hugo Emilio Ocanto
13/04/2016