Elena Mateos

Falsa sonrisa.

Saber que llegaste al límite, que ya no puedes más.
Ese momento en el que crees explotar.
Tu cuerpo intenta aguantar pero te ahogas.
Te ahogas y los ojos se te inhundan.
Empiezas a derramar lentamente una lágrima tras otra.
Cada una más fuerte que la anterior.
Vas notando el sabor salado en tus labios y rompes.
Tienes ganas de gritar. Y gritas, pero no te olle nadie.
Te invade la ira y quieres destrozar todo a tu paso.
Pero te mantienes firme, quieres aguantar, que vean que eres fuerte.
Y estás cansada.
Cansada de aparentar que puedes con todo.
Que no necesitas ayuda. No es así.
Tienes miedo.
Miedo de que te vean debil por no poder afrontar lo que te ocurra.
Miedo de que nadie pueda socorrerte.
Miedo de que todo salga mal.
Al fin te calmas. Te acercas al espejo.
Contemplas tus ojos vidriosos, las rojeces en tu cara.
Te secas las lágrimas con la manga de tu camisa e intentas recomponerte.
Y una vez más, sales de tu habitación como si nada te ocurriese.
Practicando una falsa sonrisa.
Una que todos ven pero nadie sabe lo que esconde.
Y aguantas esa sonrisa cargada de mentiras.
Hasta que llega la noche y extrañamente sientes alivio.
Alivio de poder quitártela y no tener que fingir.
Pero no desaparece.
La guardas en un cajón hasta el día siguiente.
Y así día tras día y noche tras noche.
Jugando a quitar y poner esa falsa sonrisa.

 

\"Mis reflexiones de sofá\"