Cuéntame de lirios,
de la fauna de tu imaginación,
de tu tarde femenina,
y tu vestido al que le diste una risa.
Cuéntame,
voy a contar yo también,
uno, dos, y tres,
pero yo podría decir de tu boca,
y los mejillones que encontré.
Yo podría decir de tus ojos cafés,
en donde yo pude germinar.
Tan solo se me ocurre atender tu palabra,
saludarla, darle su café.
Cuéntame de ti,
porque los obstáculos no trabajan,
y las cárceles expiran.
Cuéntame cómo acaricias la tarde,
como haces agachar el día,
como haces de tu rostro los naranjas,
¿acaso espías?
porque para mí, las tardes me son idénticas.
Humberto Velasquez Jimenez
13/Abril/2016
4:13 p.m.