Estaba sentada, con ella de frente, estaba cansada de repetir que sea fuerte que luche, que no se deje vencer, asique decidí quedarme callada, ella se puso de pie, caminó hacia la cocina, cuando volvió llevaba las manos en la espalda, sabia lo que pasaría y aún así me di la vuelta para retirarme, entonces siento como la hoja del cuchillo atravesaba mi piel y cómo la cálida sangre corría por mi espalda, me desplomo y lo último que puedo ver es a ella, de pie junto a mi, me había matado... la tristeza me había ganado y mi cuerpo perdedor, yace en el suelo para que todo aquel que me conozca sea testigo de mi derrota, una derrota que vi venir, una derrota que de cierta forma busqué, debo confesar entonces, que ese día fui dada en libertad, la tristeza me había dejado en paz.