La oportunidad que reveló el invierno
Jeovany Mikke
I
El nuboso cielo y la botella se transformaron en el único amparo. Aquel parque contiguo entre calles frecuentadas por docenas de caucho moldeado y enfierrado, Sostuvo las reprimidas ambiciones del cuerpo ajeno en la cencerrada ciudad. No había tenido el privilegio de sentir la bañada fragancia de una epidermis dulce, acaramelada y mezclada con el perfume de la planta verde dentro de una pipa particular. Por un momento –pensé- si el mar fuera testigo de aquella cita, se desnudaría mi corazón y mi cuerpo. Bajo un árbol que simulaba el techo artificial constituido de fuertes ramas y hojas, yacía la ambigüedad de deseos prohibidos y secretos. Los labios mordían la saliva caliente que hervía en mi boca, y su mirada bajaba acorralando mis dientes dejando discapacitada mi voz. Casi mi cuerpo estaba a la merced del desquite, solo aquel árbol confesaba nuestros espesos anhelos y mi corazón latía apresurando las horas y su descarada forma de mirarme. Para cuando cerré mis ojos, sus mullidos labios ya estaban adornando mi alma cubriéndola de luz casi como inusuales corales iluminados por estrellas fugases. Mordiendo mi piel, ensalivando cada pared adormecida de mi lengua, se conectaron nuestras respiraciones. Ahogado de legítima excitación pude notar su mano en mis tetillas endurecidas y mojadas, mi antebrazo rozaba sus dichosas piernas viajando hasta el medio contiguo entre ambas, el cual parecía mojado por la bruma que emanaba nuestra erótica escena. Al separar nuestras bocas cual mirada más perdida pero convulsionada de eso que le llaman “placer” gemía con cada parpadeo pidiendo más. Mi mano estaba en regocijo entre sus piernas por encima de su pantalón negro y la suya masajeaba la dureza carnosa con la que mi alma ululaba, formando gritos de dolor.
II
Cuando llegué a casa estaba nublado, la niebla del cielo me suministraba ya, pequeñas gotas que se derretían en mi mejilla tibia, por el tórrido ambiente del bus repleto de una urbe cansada. Pensaba en aquel beso, era de esas noches que puede pasarte cualquier imprevisto pero la sonrisa de tu rostro se luce intacta como si fuera un tatuaje. Quería volver tener el sabor exquisito que reside en mi cabeza y no me deja en paz, me atrevo a decir que voy caminando dormido en el vientre de esta ciudad y con esta nueva fragancia en mi corazón puedo saber si me miente al pasar por cada vereda sucia.
III
Al sentarme encima del futón, bebía una sopa de verduras soya y jengibre, comencé a sentirme triste, la lluvia que se sentía colisionar en la ventana rota de mi cuarto, me dejaba flotando en su sinfonía que bañaba por completo el silencio de la noche. Pensaba al mismo tiempo; que bastantes restos de lluvia se acumulaban en un boquete al lado de mi ventana, y que al salir el sol al día siguiente, en el agua acumulada era casi una rebañadura para las aves. Quizás ella jamás querrá volver a verme, por qué alguien como ella se fijaría en alguien como yo, la verdad que los que hemos sufrido el engaño en el pasado, es casi normal instaurar esa muralla presuntuosa y poder negarse a cosas que después los seres humanos lamentamos, pues bien, es fácil ‹‹hacerle la desconocida a las miserias›› [“creo haberlo mencionado en textos anteriores”]para confrontar una emoción hay que ser valiente, estaba dispuesto a arriesgarme, ser un equilibrista en el hilo de la decepción o del engaño, pero también de la felicidad, del cariño, y de la superación. No quería llamarla para molestar, no habíamos quedado de acuerdo en llamarnos cuando llegásemos, al tomar el teléfono solo imaginaba su rostro. Cuando terminé mi sopa, apague la luz y quise recostarme y cerrar los ojos, sin saber que me deparaba en esta nueva oportunidad de embargar en el desmesuro de las caricias y los besos. Un poco inquieto cerré los ojos y un insospechado llamado a mi teléfono desató el ruido en mi cuarto… quien más podía ser… solo ella podía tranquilizar la lluvia, solo ella podía hacerme tiritar los labios, cortando mi voz… no dude en contestar y su voz, una vez más, en esta noche donde la niebla del cielo se volvió del rojo magma que genera la pasión, paso por mi oído y se expandió junto con la oscuridad, dejando al filo cada gota que chocaba en el ventanal, esas gotas que parecían tener mejor dirección que en otros inviernos…
AUTOR: JEOVANY MIKKE
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