El ser del poema.
Que encuentre el camino ancho o angosto,
que no tiene señal alguna.
Que sirva su alma como amuleto
para las saudades de cuerpos desnudos.
Que sea nombrable para corazones
que tienen amores impronunciables.
Que sea un lugar para unas manos perdidas,
cuando salieron de casa.
Que sea incluso una alborada
para alguien que está en una ventana.
Que sea pronunciable para saber
que no se extraña, no se le llora.
Que quiera ser lo que desea,
en una hora de saxofones nostálgicos.
Que el poema desee ser una dama azul
para guitarras coléricas.
Sé Dios o ese otro con sus ubicuidades,
en tantos rostros hallados.
Metamorfoséate en voz con el viento,
en una hoja y cuantas otras.
Sé amante para un niño que desea
ser adormecido en su cuna.
Sé silencio, carne, médula del alma.
Sigue siendo palabra en las hendiduras del aire.
© D. Valencia Tobón. Reservado todos los derechos de autor.