Volar entre un mar de murciélagos,
entre cabezas decapitadas,
pretender que el aire
no llena los pulmones de plomo,
porque tu sangre
es más fuerte,
y llegar hasta a esa montaña de estiércol,
que te corta el paso,
pero tú la circundas,
abortas por un momento el viaje,
te duermes,
para continuar mañana,
este viaje,
donde las avispas
aprenden a hacer miel.