Las chimeneas ladran,
humo que muta en sombras,
sobre el jardín de asfalto,
que no conoce el viento,
sólo la piedra hosca,
que arrojan los silencios,
la nada imita fantasías,
soñando al vástago de hielo,
su flor de aroma ausente,
su malva seda en tez vacía.
Inerme la ciudad supura,
llaga de edificios moribundos,
bajo una pantomima,
de sol sobre los vidrios,
que a brumas infranqueables,
parece que se muere,
y grita la razón,
calzando pasos ciegos,
torcida al laberinto,
que niega su horizonte.
Allá un cofre de algas,
guarda las alas del intento,
por él la nube oscura,
abre su luto al cielo,
que gris sobre la mar,
diluvia sin consuelo,
y entre los ejes de la espuma,
cual cíclope a lo lejos,
llorando gira entre las algas,
faro que vió de muerte al vuelo.
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