A la vuelta de la esquina, está el paradero de micros, pocas veces atiborrado de gente expectante cuyos ojos fijos en un punto lejano de la calle, que al mínimo rugido de motor les hacía saltar del pecho el corazón, las manos inquietas tocaban las monedas que le aseguraban el pasaje.
A la vuelta de la esquina se guarecía del frío la soledad, sólo se escuchaba la voz del manisero que rompía el casual silencio de la continuidad del atardecer. ¡Maní calentito! ¡Calentito el maní!
A la vuelta de la esquina en la puerta de la casa, con palabras lentas, besos candentes se conquistaba una pareja.
Vivían allí un pintor cuyos cuadros se veían a través de la ventana,
su amigo, pintor de letras, siempre pensativo, esperaba la llegada
de la idea para sus siguientes letras, con lápiz y libreta en mano.
A la vuelta de la esquina, la vieja casona cientos de veces pintada de rojo, callada permanecía sin revelar los secretos de quienes por allí pasaban, entre las sombras han vivido sus paredes quietas de fiestas, trasmutaba emociones.
A la vuelta de la esquina, decía la gente, encuentras el amor y de seguro llegaba con antelación el viento, que se llevaba el amor que tanto esperaba, el tiempo volvió mi pelo cano, porque a la vuelta de la esquina no has estado, pensé entonces… puede que en otro lado vivas.
Shedar,