(Tandil, 30 de julio de 2015)
¡Qué difusos están los latidos de la tarde!
6:30 pm. y ya anochece. Añoro las livianas mariposas
pintando primaveras sobre un tapiz de verdes temblorosos.
Lejos están los tiempos de los grillos
y el desfile de hormigas por sus caminos tibios y prolijos.
Dicen que los inviernos tienen magia peculiar.
Pero es una magia húmeda y grisácea.
Poca gente en la calle. Sumergida en sus abrigos,
sin rostros a la vista, van pisoteando hojas resecas y amarillas.
No hay cabelleras que acaricie el viento
ni sonrisas que enciendan las sombras de frutales.
Esquivando los charcos, porque ahora llueve,
se alejan las figuras y se cierran las ventanas.
Queda sola la calle, como rosa marchita,
como un libro acabado con letras oprimidas.
Y uno se queda así, estancado en la llovizna
de un poema desnudo y sin nombre todavía.
Todo pasa y hasta las historias interminables se terminan.
Mañana puede ser que salga el sol y tal vez vos
vuelvas a leer lo que yo escribo.
Puede ser que entonces cante el gallo
al alba que se asoma y los versos
que a diario te dedico se iluminen
con la luz de tu sonrisa.
Aunque ahora sea invierno
y haga frío.
Aunque ahora llueva
y esté solo.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.