La mente no tienen edad. Será por eso que él recordaba, de manera virtual, lo vivido en aquellos finales de los años 80. Aprovechó la magia que produce la sensación de la conquista y se lanzó. Habló con algunos amigos y organizó una reunión para recordar aquellos tiempos. A pesar de no confesarlo, su único interés radicaba en que concurriera ella. A cada uno de los invitados les hizo llegar un pequeño antifaz. Como hacía tiempo que algunos no se veían, el desafío era que se reconocieran a través de sus miradas. Sobre todo aquellos que habían entablado alguna relación por aquellos años. Inseguridad, obligaciones familiares y laborales, hicieron que un número importante no puedan concurrir. Otros, de a poco, se fueron acomodando y recordando. La música era a la carta y una pequeña fonola recreaba temas de la época. Entre risas y tragos fue transcurriendo la noche, hasta que, junto a su hermano, llegó a quien él esperaba. La reconoció de inmediato. La luna era más bella en el reflejo de esos ojos y en su corazón hubo un eclipse total...