Más allá de los días donde van los ocasos
se presenta tu voz, tu belleza inefable
y sepulta mis ojos en tus ojos de sable,
mientras siento la brisa en el mar de mis pasos.
Tú diriges el nácar de las olas del cielo
y secuestras las noches con tus manos de anhelo
donde vaga el oasis de mi sed insaciable.
.
Esos ojos coquetos, hoy me tienen cautivo
que me muero sin ellos, que sin ellos no vivo,
¡qué se tragan mis versos empapados de amor!
El tenor de tu nombre hoy palpita en mi mente
como el eco profundo de una estrella fulgente
en el iris sinuoso de una espléndida flor.
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Heme aquí, dulce amada, condenado en la luna,
porque el ónix se encuentra en la luz de mi pecho
y le pido a tu boca me conceda el derecho
de probar el suspiro que en tus labios se acuna.
Tú moldeas mi pluma como musa al acecho,
que dibujo tu cara con añil de esmeralda
y divago en tu cuerpo hasta el hoz de tu espalda.