En una agitada tempestad de labios fríos
erguida en la cresta de la ira impulsiva
me cubrieron los médanos de desiertos idos
que descansaron destructivos en mi tumba tibia.
Se disolvieron los paisajes adorados de mi mente
cuando el presente me invadió de soledad herida
y me arrastró a una cuenca desolada y vacía
con una potencia enardecida y prepotente.
De rodillas, cual penitente, flagelaron mi vida
con su loca desventura y me cubrieron con cilicios
que a los encajes de mis sueños destrozaron
para abandonarme en un sepulcro ficticio y frío
El tiempo no borrará las heridas de mi huerto
pero, ya la hiedra trepó hasta mi cuerpo tibio
cubriéndome cual letanía que sanará mi suelo.
yo recobraré las fuerzas cuando llegue el olvido.