Alma noble, fuerte sentimiento.
Mujer de gran intelecto. Poco comprendida.
Fuiste tu Alfonsina un águila real enjaulada.
Una loba fuera de la manada, poetisa en sentido pleno.
Nada puso freno a tu musa, a tu inspiración.
Grande fue la pasión que guió tus pasos.
La sombra de tu historia tornó melancólica tu mirada.
La imagen de un padre enfermo y moribundo, turbó no poco tu sueños, mas afinó tu empeño de vivir en plenitud cada segundo.
Un hijo trajiste al mundo, fruto de tus entrañas. De un “amor sin ley”, que nunca dejaste a un lado, se quedó plasmado un tu tierno y amante corazón.
Tu cuerpo se fue deteriorando, por la enfermedad mermando. Dentro de ti tus alas se iban formando hasta que alzaste el vuelo.
No encontraste consuelo, te envolvió el dolor, la tristeza y la desolación, que afianzaron tu decisión de dejar este suelo.
En silencio leo y releo tu poema de despedida.
Hermosura sin medida encuentro en cada verso,
elevando mi alma henchida hasta lo más alto del universo.
“Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú, nodriza fina, tenme puestas las sábanas terrosas y el edredón de musgos escardados.
Voy a dormir, nodriza mía, acuéstame.
Pónme una lámpara a la cabecera, una constelación, la que te guste, todas son buenas; bájala un poquito.
Déjame sola: oyes romper los brotes, te acuna un pie celeste desde arriba y un pájaro te traza unos compases para que te olvides. Gracias… Ah, un encargo, si él llama nuevamente por teléfono le dices que no insista, que he salido…\" (Alfonsina Storni)