EL HACEDOR DE ESTRELLAS
Un poeta sencillo
de una villa distante
no tenía castillo
ni un amor, ni una amante.
En campiña apartada
sembrada de cafeto
de naranjos y flores
un paisaje en la nada.
Un ambiente bien quieto
de muy frescos olores
hasta donde llegó
una chica extraviada.
Ella estaba muy triste
el ambiente era extraño
y esquiva de temor
de que le hicieran daño.
El poeta la vio
y le dijo: --no temas
él le ofreció una flor
--pues, yo escribo poemas.
La muchacha sonrió
quedaba así tranquila
ella olió la flor lila
su cabeza asintió.
Ella le preguntó
ya confiada, si inquieta
--¿Y tú bajas estrellas
como todo poeta?,
él respondió que no.
--Yo tengo aquí un taller
y soy hacedor de ellas,
ven tú si quieres ver,
que tengo unas muy bellas.
En mi taller las hago,
!mira! allá tengo aquella,
que ya está terminada,
--Oh! ¡que bella!, ¡que bella!
le dijo con halago,
-- no solo eres poeta,
también eres un mago.
Él sonriente le dijo:
--Si tú fueses mi amada
yo no te la daría
-- ¿por qué?, ella preguntó
--en lo alto la pondría
para que la contemples
junto a la hermosa luna.
Que junto a tu belleza
muy opaca sería,
-- bien, ¡sube una!, ¡sube una!,
yo desde esta tribuna
quiero ya divisarla.
!Oh! ¡te creo!, ¡te creo!,
tú además de poeta
sos creador de estrellas
y la noche fue corta
para pareja aquella.
Un amor que nacía
a la luz de la estrella
en el campo florido
entre aquella muchacha
que se había perdido
y el poeta sencillo
tan dichoso y querido.
Lebusla
Derechos Reservados