La célibe muchacha de bruces en su pecho,
de un franco desengaño mi mente quedó presa,
truncados mis anhelos quedó mi ser deshecho,
buscando en los recuerdos de toda su promesa.
Curar pretendo a solas el cínico despecho,
no creo que otro silfo me dé la unción, pavesa…
y quite las heridas con nuevo tornalecho
ni sea de los cielos la más feliz sorpresa.
Al fin sigo la senda con vendas en mis ojos
haciendo mis orejas más sordas y galindas.
¿Mi boca? ¡Cual auténtica sonrisa de un payaso!
¡Qué importan mis arrugas se plieguen siempre lindas
así como un libreto borrando los enojos,
ni a Venus ni a Cibeles le haría yo tal caso!