Quisiera levar el puente
y aislarme en los palacios de la memoria,
vivir mi vida objetivamente,
concéntrame en lo que soy y en lo que tengo
pero todo es inútil.
Me ciegan los rayos de la tormenta
y aun cerrando los ojos
lo veo todo, lo escucho y lo presiento.
Quisiera despertarme en un mundo nuevo
donde nadie tuviera poder para comprarnos
ni la miseria para aceptar venderse,
pero yo también tengo precio,
el precio del orgullo, del desencanto, del miedo.
Y sigo vagando a tientas
sin saber de dónde vengo ni hacia donde voy
quemando etapas de papel mojado
en un brumoso viaje hacia esa nada
donde nada me importe
ni perturbe mi sueño,
donde el dolor ajeno no me alcance,
donde vivir no sea pisar o ser pisado,
arrastrase o ser arrastrado
por la corriente del hastío y del miedo,
donde el sufrimiento sea tan solo un eco
que me traiga la efímera burbuja del recuerdo.