Al despertar temprana la blanca aurora
y caídos en la cama soñolienta,
acaricié tu cuerpo y besé tu boca
y no te diste cuenta.
Cuando de afán saliste y dejaste en casa
aquel amor cautivo cual cenicienta,
te regalé en un beso mi amor del alma
y no te diste cuenta.
Cuando miré a tus ojos alguna tarde,
dejé que vieras mi alma de amor sedienta,
con un suspiro hondo tan evidente
y no te diste cuenta.
Te dibujé un castillo de amor sediento,
de azul le di mil tonos y verde menta
y te brindé manjares y un tibio lecho
y no te diste cuenta.
Te cultivé una rosa por largo tiempo
y en un jarrón azul te esperaba atenta
y se quedó sin agua y murió despacio
y no te diste cuenta.
Me arrodillé a tus pasos como un esclavo
y dije: –Mi alma es libre para que sienta-
y hasta luché en tus guerras saliendo herido
y no te diste cuenta.
En una tarde triste ya no hubo rosas,
es algo injusto y tonto que el alma mienta,
no más castillos bellos, ni amor, ni lecho
y no te diste cuenta.
Pero el amor se muere si no lo quieres,
-¡Ha muerto un amor grande!- El viento comenta,
el alma vive pero el amor no existe
y no te diste cuenta.