Del humo he descubierto
mis peores hábitos;
meto una bocanada de aire,
pasa por mis pulmones,
exhalo con fuerza y justo a mitad de camino
paro y lo vuelvo dentro;
fácil pude detectar
que dejar ir se ha hecho mi habilidad,
jamás aprendida o emprendida.
Terminé el cigarrillo,
mis dedos delgados lo apagan con delicadeza,
enseguida me he prendido otro,
uno nuevo,
será que soy seguidora de lo que,
para la salud concierne,
es tóxico.
Sí del alma hablaramos
sería justo mi nemesis.
He dejado de disfrutar aquel cigarrillo
justo a la mitad del trayecto,
me percato que de apagarlo
nadie podrá disfrutarle como yo,
ni sentirlo tan fresco,
ni probar su sabor exquisito.
Ese hábito egoísta,
no lo deseo más
y de no ser mío,
de quién será.
Vuelvo a presionarlo
contra el cenicero;
mis dedos,
mi cabello,
todo tiene una parte de él,
su aroma,
su esencia,
no es de las mejores sensaciones,
me disgusta e incomoda;
Es lo que tengo
¿No es así?
Hábitos tan crueles que me mantienen
en resignación constante.