Bienaventurados sean todos aquellos que vienen aquí a plantar un árbol para luchar contra el cambio climático.
Fueron las palabras elegidas por las autoridades de Vall d´Uixó el día del árbol. Las mujeres progresistas iban ataviadas de un vestido de follaje , haciendo hermosas poses entre las ramas para pasar inadvertidas como inteligentes, ellos, menos alegres , vestidos de madero para que se notara que eran serios.
Luego, tras plantar cada uno de ellos un árbol, se fueron a cultivar su moderna conciencia, cada cual a su casa.
Los hubo que acabaron de inmediato frente al televisor, otros cayeron en las garras del supermercado, otros fueron presa fácil del nuevo sofá, pero todos llenos tenían algo en común en el día del árbol:
Estaban seguros de su virtud y el bien que hacían al mundo.
¡Ojala hubiera más gente como yo!
se decían admirados cuando se veían.
Se tenían los progresistas en una valía que no la merecían.
Al cabo de no mucho tiempo, todo aquello que plantaron se seco, pues el calor avanzaba a un ritmo similar como la estupidez humana.
Entonces llegué yo, humilde visionario, en forma de colono ocupador, empujado por el hambre.
Todo estaba arrasado a mí alrededor, parecía el jardín de Satanás.
Hierbas y rastrojos, escorpiones y caracoles, y bichos viscosos empezaron a salir empeñados en mal recibirme cuando en toda aquella tierra mi azadón aterrizó.
Más miseria que la mía hacia siglos que esa tierra no conocía, cuando Yo solo abrí, más que un pelotón de desempleados contratados por el ayuntamiento, que hacía con ellos experimentos de la vista gorda de que el empleo andaba mal.
El interés en toda aquellas gentes, el cobrar, siempre lo tenían en la mente.
De arriba abajo, de abajo arriba, todos parecían dominados por la misma idea. Daba igual a dónde mirar una mala inversión de la humanidad sin sentido, una escalera hacia abajo, donde en el fondo de todos aquellos peldaños estaban ellos con el cobro.
¿ A qué tipo de hombre se podía amar si eran todos lo mismo?
solo se diferenciaban en que los progresistas tenían algo más de capital por haber subido más lejos de abajo, y recodaban los malos momentos.
Pero los jardines de vall d´ Uixó se caracterizaban porque no ocultaban que quienes los crearon solo eran gente de rebaño donde estaba vetado hablar de otra cosa que no fuera el pago.
Una vida distante, sin pies ni sentido, con un lenguaje que no era ni propio, al igual que sus experiencias, una trampa donde siempre se acaba en la cama con alguien después de comer o cenar, era bien recibido como el secreto de la buena vida. Bendecida por su cura, aplaudida por la prensa, vendida por los políticos, y sobre todo una vida fácilmente alcanzada con un puesto de trabajo.
Que sencillo era para ellos, todo lo contrario que para mí , no pasar hambre haciéndose policía o traficante, político o tendero, siendo una mujer o una vaca liberal.
Para todos ellos había igual de derechos y garantías.
Así es como llegué yo a alterar mi vida, cuando escogí el grito y el dolor, la soledad a la multitud y la tierra a trabajar, sin depreciar nunca la guerra y llegar a matar.