Te recuerdo en tu cama
acostado,
con el pelo alborotado
y con esa manía,
de acostarte siempre
dándole la espalda
a todas las ventanas que iluminan tu habitación.
Me quedo mirándote
y me doy cuenta
de lo bonito que es
contemplar de cerca
todas las constelaciones
de tu espalda.
Y tener el placer
de ser yo,
quién haya descubierto
ese paraíso.
De ser la única
que puede perderse
y encontrarse,
en un solo cuerpo.
Tu cuerpo.