Hoy miré tus labios, abrir. Y me hizo
llorar tu dicción, mi corazón triste
no se negó a escuchar lo que dijiste,
y me duele decir qué me dijiste.
Con brisa se fue mi vida. ¡Alma mía,
ojos fugitivos! ¡Ojos que fueron
claros y precisos cuando se aunaban
a los míos, al verbo infinitivo
de amar!, no me quieres como quisiera.
Es triste y acerbo pensar en esto,
más cansado que subir Himalaya,
más mohíno que Mil soles espléndidos.
Quisiera quererte como pretendo,
empero, no querés. ¡Me quedo, te quiero!