La mañana es callada, sin luz, casi estática
y el cachorrito aúlla lleno de soledad
Su aullído es como un llanto desesperado
como una súplica ciega
y mientras más ciega mas poderosa
y más rica en millas, kilómetros y leguas.
La duda, al otro lado del mundo,
escuchó su voz y se horrorizó.
Buscó escondite en el corazón
de un hombre vestido de traje y corbata
quien corría mirando su reloj.
Cae la bolsa de valores:
El hombre se lanza de un séptimo piso.
Pero el perrito sigue aullando
persistente como un mantra.
Con su súplica devota
sacude los cimientos de la tierra.
Finalmente muere de viejo,
con los ojos opacos.
Su aullido continúa orbitando el planeta,
una y otra vez cada día
viendo al alba seguida del crepúsculo
a la velocidad de un millón de suicidas por aullido.