Con mi lapicero se labra, con la inclinación de la
luna de la noche, tu nombre en este extracto, y,
ya en la fronda de este amor empieza a cantarme
el mimus, el zorzal y el tecolote.
Cada vez que te recuerdo, loo contigo
la primavera:
Y aprendimos a callar desde el primer momento,
una tarde después de un viernes quince. La lluvia
estaba en sus días, nos mojaba suavemente, pude
ver cada gota que resbalaba en tus caderas.
En las corrientes, los barcos de hojas viajaban
con el solo de tu gracia, y nuestros aires se
abrazaron, nos asimos al seno del amor y nos
llevó a donde fuimos.
Tu arte era el sonreír para las caras alegres con
vida y para las caras sin rostro con fatiga.
Tu cita en el urbe quedó pendiente, tu cita
conmigo se hizo recurrente.
Y auné las caricias a la vida; el rencor lo cambié
por dinero, la muerte se convirtió en mi suerte.