“ Tengo que hacer el mal para llegar a ser un fascista”
Estas fueron mis primeras palabras escritas en poemas del alma para un diario virtual que estaba editando, después de hacer callar a todos los testimonios que había escuchado sobre el fascismo, para tratar de adaptarme a la situación social de vall d´Uixó mientras leía unos versos que me dedicaba mi socia M.B. Ibáñez por si tenían encaje en alguna estrofa:
“Te paso este ovillejo por si te cuadra donde colocarlo.
(vastagos de hetaira es hijos de puta en cristiano, esta explicación no es necesario ponerla)
Ovillejo a los vástagos de hetaira.
¡Señores fascistas me oyen?
¡os follen!
Por el culo os metan hierros,
¡por perros!
Del mundo seréis proscritos,
¡malditos!
Cabezas huecas, chorlitos,
pronto llegará vuestra hora,
huid, corred ya sin demora.
¡Os follen, perros malditos!”
M.B. Ibáñez.
No había tiempo que perder. Si quería sobrevivir , debería poner de rodillas a un grupo de beatas, empujar a un minusválido por las escaleras, besar la mano de un empresario, pedir muchas citas a la alcaldía socialista para no hablar de nada y dar mucha pena, diciendo que mi vida era un ocaso que daba mucho asco y ser muy pesado. Solo así la bancada socialista me daría como a muchos, un puesto de trabajo barriendo la acera.
El mal, tan maravilloso, siempre tan jovial, es lo que más une a la gente para bien o para mal.
¿ Qué más da?
El éxito en vall d´uixó está en el embustero, en el gitano actor, en la compasiva socialista de ONG, todos ellos seres anti humanos para un fascista.
Y yo, pobre de mi, hasta ahora he de reconocer que a lo largo de toda mi vida solo había hecho una triste actuación, la del bien. Me había convertido sin darme cuenta en el aislamiento de la soledad en un santo, en un ejemplo viviente del nuevo testamento.
Sin embargo nunca es tarde para cambiar- es lo que me dijo el cura de la parroquia cuando le pedí una bolsa de comida.
Mientras escribía esas palabras en mi diario, se me revelo el verdadero significado del cambio escuchando en la cadena Ser a Zapatero:
Quiérete a ti misma mujer, tu vales mucho, mucho, no sufras más princesa que no vale la pena.
Que alocado ritmo de felicidad nació en mi corazón, como me reí de puro contento gritando al cielo:
salvado por Zapatero.
Aunque al momento a mi mente volvió la realidad que me acompañaba por mi falta de experiencia.
¿ A quién puedo conocer que me enseñe a hacer al mal?
Solo conozco desgraciados que le pegan a su novia y a su perro, pero eso es poco mal para lo que quiero hacer. Ese camino no lleva a ninguna parte, solo a gozar con el cariño de la familia, es decir la novia y el perro apaleado.
No, estaba claro que si quería hacer el mal y ayudarme necesitaba aspirar a más.
En el mal hay que se ambicioso, debe brillar como un diamante sobre la corona de la muerte en este valle de los caídos por la mano de Dios y de España.
¿ que conocía yo que podía aportar a la sociedad?
El hambre, la exclusión social, la indignidad, el sufrimiento, la soledad, el ser examinado por psiquiatras que experimentaban nuevos fármacos conmigo. Yo era la receta contra los inadaptados. Un tesoro nacional.
Entonces pensé, y si después de años y años de degradación pudiera adaptarme a la sociedad y que me miraran de nuevo todos bien convenciendo a los fascista de un gran sueño que ni ellos se han atrevido a ver:
La creación de una raza de enanos españoles, primos cercanos del gitano, que se mataran entre si a los pocos años de nacer.
Cerré los ojos y empecé a pensar.
Coño, ¿ qué debía hacer?
Lo primero seleccionar bien las leyes, los códigos, los alimentos , y sobre todo las conciencias y meterlos en una probeta, para agitarlo bien aderezado con una buena ley mordaza y un nuevo código penal.
Jueces , policías, empresarios, de castellón dispuestos a darme dinero para todo esto, estaba seguro de que encontraría antes que trabajo honrado, que al fin y al cabo, y siendo sincero , tampoco de eso tenía como ellos mucho entusiasmo. Si había que cuidarse en el mal había que hacerlo bien. No era fácil en estos tiempos el ser un buen fascista. Mi lucha, mi camino, acaba de empezar cuando escuché las sirenas de la policía llegar, no debían saber que ahora iba opositar a policial nacional.
Angelillo de Uixó y M.B. Ibáñez.