Mi suelo es de manos encalladas,
De maromas, de sudores helados
Cuando las redes arrastran
Espíritus abatidos por temporales.
Mi tierra esta descarnada por el sol,
mientras el labriego dibuja surcos
salpicándolos de anhelos y ruegos
hasta sembrar arriates de sed.
Mi polvo llora en silencio
Junto al cuerpo gris
de los filamentos de pirita y cobre
Donde yace el corazón de La Onuba.
Mi pueblo es un libro deshojado
Deslizándose con el tiempo
Por la pared desnivelada de la historia.
¡me lo arrebata los vientos!
Mi territorio se tapa la boca,
Disimula sus lamentos
Con acuarelas y cantos de jilgueros
Entre zarzamoras gotea su sangre.
Mi gentes ignoran la realidad
Por miedo a curtirse en la oscuridad.
ANTONIA CEADA ACEVEDO