Para Carlo Spatuzza
Tiene un grano que comenzó siendo pequeño,
enclavado en el rostro, cerquita de la nariz.
Yo sé que le avergonzaba, preocupaba.
Lo comentaba, lo mostraba,
entre asombrado y aturdido.
No hubo caso,
todas las recomendaciones,
que no se tocara el barrito,
que no lo infectara.
Al día siguiente regresó
con un rozagante grano rojo.
Más grande, más purulento.
No había resistido a las sirenas sebáceas.
Lo sedujeron.
Lo indujeron
hasta llevarlo al borde
de la indignidad y la humillación.
Ese grano es hoy granate, desmedido y feo.
Marcha acompañado de múltiples
\"te lo dije, no lo toques\".
Ese granito
una señal imperfecta
pero súblime
cómo el génesis de la madurez
que escancia el vino de la vida:
hay entrañas latiendo,
hay hormonas que bullen,
hay juventud rebelde e inquieta
tras ese grano, tras ese rostro,
de ese amigo que inaugura hoy los cincuenta
celebrando una adolescencia tardía
y más que nunca bienvenida.
Son cincuenta años...
y un grano de vida!