Siempre quise volar. Creía que mis sueños me daban alas. Un día salté desde la cornisa del último piso, creo que mi vida cambió. Todo pasó a ser real. Una rutina que me consume, que me retuerce las venas. Di paso a lo incierto y la oscuridad se hizo parte de mí.
Pasos lentos me llevaban hasta el final, y ahí estaba lo que llaman muerte, lo que llaman vida, todo a la vez. Me quedé en medio. Aterrorizada y angustiada quise gritar, pero solo pude hacer amago de esto, pues enmudecí.
Ya no sabía lo que era real, todo me parecían sombras sin sentido, miraba a lo alto, de donde había caído y todo, todo en lo que creía, ya no estaba. Quise volar, y no podía, había cadenas que pesaban mucho, cadenas interiores que me aprisionaban. Ya no podía gritar, ni llorar ni volver, estaba atrapada en una especie de infierno terrenal. Y ahora lo entendía, tenía que arrastrarme, con uñas y dientes, hasta lograr que mis piernas funcionaran, hasta lograr que el dolor cesara, hasta que la lluvia me calmara.