En otoño, maduró la uva,
y el invierno la atempero.
Amiga...
en la infelicidad de la espera,
quisiera que tuviéramos,
la conciencia del árbol y la hiedra,
del sol y la amapola,
porque en el transitar de la vida,
tenemos que hacer,
como la alondra que pasa
despreocupada y sola.
Volar alto por encima
de la montaña.
Sólo con escuchar
el aleteo de las hojas,
recorriendo el otoño
de la mano del viento.
Sólo, con ese pulso
la vida tiene tiempo
de mirar con sus ojos de espejo
y desgranar en tus manos
el racimo de mi destino,
mirando a la vida,
con mi propio deseo
de amainar la venganza,
de tomar el cielo,
para reducirme a la barbara
infelicidad
y padecer en mi derrota
la ronca miseria,
la gris melancolía,
de una extraña calma...
de punzantes lagrimas
insultantes.
P.M Pedro Monroy Gemio