Diaz Valero Alejandro José

Pagando una deuda

 

Una señora anciana

en un momento fatal

llegó a un centro asistencial

en horas de madrugada.

Fue llevada a la sala

donde atienden  emergencias

y un médico de gran sapiencia

la atendió con prontitud

y le devolvió la salud

con manifiesta solvencia.

.

La anciana por su experiencia

una vez recuperada

supo que estaba endeudada

por los costos de la intervención,

y solicitó al doctor

con mucha decencia

ir hasta su residencia

en busca de algún socorro

que sumado a los ahorros

de su afán previsor

pudiera servirle de aval

para así poder pagar

aquella  deuda de honor.

.

No hubo oposición

del diligente galeno

que se mostró muy sereno

al ver la precaria situación

de su senil paciente

que había salvado de la muerte

por infarto al corazón.

.

Días después de aquella ocasión

pasaron sin que la anciana

de nuevo se reportara

o enviara alguna información.

El médico esperaba a diario

el pago de sus honorarios

por eso buscó a la anciana

en la dirección que dejara.

.

Ya en su humilde vecindario

una joven de ojos claros

lo atendió modestamente

y en su mirada inocente

adornada con sonrisas,

atendió a la visita

mientras llegaba su pariente.

La anciana llegó de repente

y al ver en su casa al galeno,

le dijo: Doctor, no puedo

pagar el monto adeudado.

Incansablemente he buscado

entre amigo y familiares

pero no encuentro los reales

por eso no me he reportado.

.

Y como a mi casa ha llegado

le ofrezco en pago de la totalidad

entregarle la virginidad

de mi nieta adolescente

que es una chica decente

rebosante de ingenuidad.

Demuestre su virilidad

y quítele su inocencia

pero tenga mucha paciencia

que aún es menor de edad.

.

Hubo dudas y contrariedad

en el rostro del doctor

cuando escuchó con horror

que la anciana daba instrucciones

para que su nieta diera atenciones

al ilustre desconocido.

la joven se aferró a su vestido

sin protestas emitir

pero  para no contradecir

la voluntad de su abuela

se soltó la cabellera

y se comenzó a desvestir.

.

El médico para no herir

el pudor de la mozuela

le dio un beso en la frente,

y con palabras hirientes

se dirigió a la anciana.

La ofendió de buena gana,

y lo que tenía que decir

se lo dijo en su cara.

.

Y cuando se marchaba

a punto ya de salir

sentenció a todo pulmón

¡Cuide bien su corazón!

Porque le voy a advertir

que la próxima ocasión

la voy a dejar morir.

.

El médico salió de prisa

por las calles del vecindario

mientras la anciana enfermiza

en gesto lapidario

lloraba el cruel agravio

al que había sometido

a su inocente nieta

que presa de la rabieta

renegaba el haber nacido.

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Autor: Alejandro J. Díaz Valero

Maracaibo, Venezuela