Déjame escribir en tu espalda
boleros de miel,
desnudar con mis manos
la tarde virgen de tus parpados,
déjame desatar enredaderas en tu boca,
proclamar la sombra y el calor,
nombrarte en la oscuridad de mi inconciencia
mientras esta húmeda
tu imagen en mis piernas,
déjame refugiarme entre tus rizos
muy míos,
y apricionarte entre mis pechos
muy tuyos
hasta que se grabe en mis manos
la sombra fugitiva de tus largas pestañas negras,
desnudarte suavemente
en la quietud de este suelo
testigo de la tarde que se muere.
Déjame amarte en el silencio
de las letras, hasta que se queme
tu ronca voz en las tinieblas,
Hasta que dejes de ser tuyo y me pertenezcas.